Hace cuarenta y ocho años fue designado, como Alcalde de Barranquilla, Adalberto Reyes Olivares, mi padre.
El tiempo pasa más veloz de lo que uno quisiera, y se van borrando los recuerdos, el rastro de una persona a su paso por la vida, sus experiencias, los aportes que pudo haber hecho a la sociedad, sus logros y fracasos, en fin, todo lo que la hizo única en algún momento. Va llegando el olvido. Pero mientras alguien recuerde su nombre, perdurará un tiempo más en la memoria.
Por eso he querido iniciar este blog, como un homenaje personal a quien fuera mi maestro y modelo, y a nuestra tierra caribe tan amada.
Fue en 1967. En esa época, los alcaldes no eran elegidos por voto popular, sino designados por los gobernadores, de quienes eran sus agentes. Lo nombró el entonces Gobernador del Departamento del Atlántico, Próspero Carbonell Mcausland por medio del Decreto Nº 046 de 26 de enero, en reemplazo de Andrés Gómez Támara, quien había renunciado dos semanas antes.
En 1967 era Presidente de la República Carlos Lleras Restrepo, liberal, elegido para el período 1966-1970, el penúltimo del Frente Nacional. Regía todavía, por tanto, la paridad política en los cargos públicos. El Gobernador Carbonell era conservador y su alcalde debía ser liberal.
En su discurso de posesión, Adalberto Reyes Olivares marcó lo que serían sus derroteros: "El único compromiso con que he llegado a la alcaldía es con la ciudad, buscando siempre el bien común", dijo. "Haré una administración contando con la opinión pública, y mientras cuente con ella, dentro del orden jurídico haré todo lo que pueda a mi alcance para defender los intereses de la ciudad, aunque tenga que chocar con los intereses creados que solo benefician deseos privados y no el interés colectivo".
Y chocó con esos intereses. En el mismo discurso tachó de inexistente un acto del Concejo de Barranquilla que pretendía eliminar la Oficina de Valorización del municipio para entregarla a una junta conformada por seis concejales, ya que dicho acto no había sido aprobado por el Gobernador.
Los escasos seis meses que estuvo al frente de la Alcaldía se caracterizaron por una lucha frontal contra la corrupción y la politiquería que se habían apoderado de las empresas y entidades públicas, entre ellas las Empresas Públicas Municipales. Al final, renunció, no una, sino dos veces. En su carta final de renuncia le manifestó al Gobernador:
Fotografías de noticias periodísticas tomadas de la colección del Archivo Histórico del Departamento del Atlántico.
Fue en 1967. En esa época, los alcaldes no eran elegidos por voto popular, sino designados por los gobernadores, de quienes eran sus agentes. Lo nombró el entonces Gobernador del Departamento del Atlántico, Próspero Carbonell Mcausland por medio del Decreto Nº 046 de 26 de enero, en reemplazo de Andrés Gómez Támara, quien había renunciado dos semanas antes.
En 1967 era Presidente de la República Carlos Lleras Restrepo, liberal, elegido para el período 1966-1970, el penúltimo del Frente Nacional. Regía todavía, por tanto, la paridad política en los cargos públicos. El Gobernador Carbonell era conservador y su alcalde debía ser liberal.
En su discurso de posesión, Adalberto Reyes Olivares marcó lo que serían sus derroteros: "El único compromiso con que he llegado a la alcaldía es con la ciudad, buscando siempre el bien común", dijo. "Haré una administración contando con la opinión pública, y mientras cuente con ella, dentro del orden jurídico haré todo lo que pueda a mi alcance para defender los intereses de la ciudad, aunque tenga que chocar con los intereses creados que solo benefician deseos privados y no el interés colectivo".
Foto de archivo personal |
Y chocó con esos intereses. En el mismo discurso tachó de inexistente un acto del Concejo de Barranquilla que pretendía eliminar la Oficina de Valorización del municipio para entregarla a una junta conformada por seis concejales, ya que dicho acto no había sido aprobado por el Gobernador.
Los escasos seis meses que estuvo al frente de la Alcaldía se caracterizaron por una lucha frontal contra la corrupción y la politiquería que se habían apoderado de las empresas y entidades públicas, entre ellas las Empresas Públicas Municipales. Al final, renunció, no una, sino dos veces. En su carta final de renuncia le manifestó al Gobernador:
"Cuando acepté la honrosa designación de alcalde de Barranquilla lo
hice con el más vivo deseo de servir a la ciudad, víctima de la politiquería y
de la falta de visión hacia el futuro. Como primera medida rescaté la autoridad
del Alcalde y alcancé a empezar una labor de moralización y de austeridad en
los gastos públicos. La celebración de un contrato sobre “el indebido cobrar”,
me dio la certeza de que las Empresas Públicas Municipales de Barranquilla no
eran realmente autónomas, y que allí proliferaban, con gran alarma, los mismos
vicios de la administración municipal.
"La politiquería en la entidad antes nombrada no la ha dejado
cumplir su cometido, y, en forma
impresionante, el producto de los impuestos municipales, cedidos por el
Municipio para obras específicas, ha sido malversado poniendo en peligro el
desarrollo de la urbe que otrora gozara de buenos servicios.
"Usted y yo estuvimos de acuerdo en la necesidad de quitar a las
Empresas Públicas Municipales su pesado lastre. Primero traté de intervenir
como jefe de la administración municipal. Pero usted no estuvo conforme con el
procedimiento. Sacrificando mis intereses, accedí a continuar como alcalde, con
el propósito decidido de extirpar una lacra en una entidad seudo autónoma.
Investigué su situación financiera y la hallé alarmante. [...]
"Yo quise acabar,
extirpar, la politiquería de las Empresas Públicas Municipales, pero son muchos
los obstáculos y los intereses creados. Como jefe de la administración
municipal he cumplido con mis deberes. Pero como soy agente suyo y no puede
existir disparidad de criterios, le presento mi renuncia irrevocable del cargo
de alcalde de Barranquilla en aras de la necesaria estabilidad que debe existir
en el gobierno. [...]".
Creo que esa carta muestra muchas cosas del personaje de quien les hablo. Tiempo después, algunas personas lo recordaban como "el alcalde honrado", calificativo que siempre me ha llenado de orgullo.
Eso fue en 1967. La ciudad ha cambiado, al igual que el país, pero muchos vicios y costumbres políticas persisten. De ahí que sea importante conocer nuestra historia para evitar, como en la frase de Jorge de Santayana (Madrid 1863 - Roma 1952, filósofo y ensayista), quedar condenados a repetirla.
Nota:
Los datos y fotografías utilizados pertenecen a mi archivo personal y familiar, y a noticias publicadas en los periódicos de la época, locales y nacionales.
Fotografías de noticias periodísticas tomadas de la colección del Archivo Histórico del Departamento del Atlántico.